lunes, 19 de noviembre de 2007

Objetivos y decepciones

Hace un tiempo decidí que había encontrado la respuesta a cuál es el objetivo de mi vida: ser feliz. Pero me acabo de dar cuenta de que eso no es ningún objetivo. No cumple ninguno de los criterios básicos que te enseñan en cualquier curso de gestión. No es medible, ni simple, ni limitado en el tiempo y es cuestionable que sea alcanzable.
Así que ahora creo que no hay un objetivo en la vida, sino muchos objetivos. Y que el ser feliz depende de que seleccionemos los objetivos adecuados. Y no porque la felicidad se consiga al cumplirlos, sino porque se conseguirá al buscarlos.
A principios de año me planteé un objetivo profesional. Hoy he visto que no se ha cumplido. Enterarme ha sido una gran decepción. Pero la sensación de malestar se agrava porque ni siquiera tengo claro que haya disfrutado en la búsqueda.
Una amiga disfruta cantando. Tiene el objetivo de cantar en público. Ensaya y ensaya. Se lleva decepciones. Pero disfruta. Y eso es lo que se queda.
Yo ahora tengo el objetivo de correr un marathon. Me divierte hablar de ello, y hacer planes, y comprarme unas zapatillas y ver como cada día corro más tiempo y hacer este blog ... Debe ser un buen objetivo, ¿no?

2 comentarios:

Ricard Cucurull dijo...

Está bien esto de darle emoción a una apuesta: se me hace la boca agua con sólo pensar cuando te pongas a contar las esguinces, los desgarros, los desmayos, las rampas... ¡Hay un viaje al final del túnel, Rocky!

Ricard Cucurull dijo...

Perdón, pero discrepo. La felicidad es objetivable pequeño saltamontes (¿afgano?!). La puedes medir con alguna expresión o síntoma asociado: una sonrisa, por ejemplo. Podrás hacer un análisis cuantitativo y cualitativo si te da la gana.
¿Y si te ríes a base de prozac?
Ese es otro tema, jaja